Los pacientes con hemofilia a menudo se centran en su salud física debido a los desafíos que la condición impone, pero es fundamental también cuidar la salud emocional. Las emociones juegan un papel crucial en la calidad de vida y, quienes tienen un trastorno hemorrágico, enfrentan una carga emocional mayor que aquellos que no lo padecen.
Los síntomas de la hemofilia, como el dolor y el cansancio, pueden interferir con la vida diaria, lo que aumenta el estrés. Las responsabilidades adicionales, desde el tratamiento hasta las visitas médicas frecuentes, pueden generar emociones negativas, como el aislamiento, el miedo, la ansiedad y la depresión.